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  • Foto del escritorMartha Patricia Pinzón Alarcón

DECIR SÍ, ES VIVIR SIN MIEDO



Escribo esta nota al retomar mi jornada laboral después de descubrir ayer un maravilloso mundo bajo el mar, que aún no olvido. Tuve la oportunidad de visitar la Isla del Sol, ubicada aproximadamente a 45 minutos de Cartagena en lancha rápida. Este destino hace parte de las 28 islas que conforman las Islas del Rosario.


Desde pequeños se nos ha inculcado que debemos tenerle respeto al majestuoso e imponente mar, y sobre todas las cosas, a “jamás darle la espalda”. El mar entre más cristalino, es más hermoso, en mi caso, es hermoso desde la orilla o hasta donde mis pies alcancen lo profundo, porque el solo imaginar cuántas criaturas, animales, bestias marinas o seres vivos existen en este mundo de agua salada, no me deja disfrutarlo en su totalidad.

Tuve dos experiencias recientemente, la primera fue en el mes de diciembre del 2018 en Islas Caimán, cuando decidí tomar un tour para interactuar con las mantarrayas.

Sinceramente creí que iba a ser en un acuario o sitio controlado, pero no fue así, ya que esta experiencia la viví en un banco de arena alrededor de mar y cielo infinito.


Una vez decidí bajar y evidencié que eran mantarrayas “salvajes”, y que podía llegar en cualquier momento otro animal, me sugestioné de tal manera, que no tuve fuerzas para devolverme al bote sola, y tuve que recibir ayuda.


Ahora, dos meses después, justo ayer 25 de febrero del 2019, me regalaron de cortesía con el tour de la Isla del Sol, una excursión para hacer snorkel y dije “SÍ”. Sin embargo, volví a creer que era en un coral donde alcanzaban mis pies a tocar la arena del fondo del mar.


Me coloqué mis aletas, recibí la careta, me senté en el borde del bote y después de 10 segundos salté. Ese salto fue increíble, era tan cristalino todo, que el miedo no estaba presente, y aunque se dificultaba caminar con las aletas, sentía el suelo. Se armó el grupo y el guía me miró y me dijo “¿Sabe nadar?”, y respondí con toda la seguridad del mundo “SÍ”, y en mi mente pensaba, “Sí sé nadar, normal, en una piscina donde siempre alcanzo el piso”.


Emprendimos después de la lección de cómo se debía respirar y simplemente el guía dijo “Es momento de sumergirse y avanzar”. Estaba aproximadamente a tres metros de profundidad cuando sumergí el rostro y fue tan impactante encontrarme con un mundo submarino tan hermoso, que el miedo se esfumó para aprovechar y admirar lo que estaba viendo, los corales tan llenos de color, movimiento y vida, los peces saliendo y haciendo un espectáculo único para los espectadores. Fue conocer un mundo donde todos eran libres y podíamos compartir sin hacernos ningún daño.


La excusión avanzaba al ritmo que mi emoción aumentaba por cada pez que veía, sin darme cuenta ya estaba a más de 8 metros de profundidad, y llevaba nadando sin parar 40 minutos en mar abierto, pero fue en ese instante que volví a la realidad de donde estaba, y al sacar mi rostro del agua, las olas grandes y fuertes empezaron a golpearme, volví a sumergir el rostro para ver nuevamente la luz que me mostraba el mar en ese momento, pero ya no era tan claro porque estábamos más profundo. Es justo ahí cuando pierdes, cuando empiezas a pensar, en ese momento lo que quería era que pasará la hora para regresar al bote, pero apareció el cansancio de las piernas que no habían parado de moverse para mantenerse a flote.


Entre las olas logré ver al guía y llegué hacia él para aferrarme al salvavidas que tenía, empecé hiperventilar, quería volver ya. Respiré y en ese momento tras bajar una ola vi nuestro bote a 100 metros de distancia, y le pregunté al guía si efectivamente era el mío, él afirmó y me dijo que podía nadar hacia allá si quería. Fue en ese momento de decisión y atraer el “YO PUEDO”, que dejé el salvavidas y emprendí mi camino hacia al bote, tomé toda la fuerza que tenía, la cual sentí que se intensificó al nadar tan rápido y lograr llegar a las escaleras que me devolverían el aliento.


No hay sensación más grande que mirar hacia atrás y lograr visualizar que tan lejos llegaste, porque decidiste ser valiente y afrontar tus miedos. No quise pedir ayuda, decidí decir SI para lograr ver mis habilidades, probarme y descubrir que si lo creo, puedo.

No hay que tenerle miedo a lo desconocido, el permitirse decir SÍ, nos lleva a conocer y explorar nuevos mundos, el miedo en muchas ocasiones nos deja ciegos y no nos permite encontrar cosas maravillosas.


El decir SÍ, nos hace vivir experiencias inolvidables, digan Sí y aprendan en el camino, por que la fuerza saldrá si están motivados. Decir SÍ es arriesgarse, decir SÍ nos hace libres, decir SÍ nos trae solo cosas buenas.


VIVE en el SÍ. Inténtalo.


MARTHA PATRICIA PINZÓN ALARCÓN

26/02/2019.

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