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  • Foto del escritorMartha Patricia Pinzón Alarcón

DESIERTO: SIEMPRE HABRÁ VIDA


En la última semana de junio viví una gran experiencia al visitar el Desierto de la Tatacoa, aunque aclaro en primer lugar, que no es un desierto sino un bosque tropical seco, y eso explica el por qué se podía observar tanta vida en este maravilloso lugar.


La Tatacoa fue un excelente lugar para despejarse y dejarse sorprender una vez más por los paisajes tan espectaculares que nos ofrece nuestro país. La carretera nos acompaña la mayoría del camino con un túnel natural formado por los árboles que bordean las montañas y andenes, para encontrase en la mitad, y finalmente cuando abandonamos el túnel, descubrir que vamos llegando “a la nada”, porque estamos rodeados de sólo verde, revelando así, que hemos dejado atrás la ciudad y nos encontramos perdidos.


El color verde poco a poco se va tornando gris, el gris en café y el café en rojo. El desierto al parecer no es tan desierto y empiezo a visualizar su flora representada en los cactus y su fauna en las aves que empiezan a mostrarse ante “los intrusos”. De manera inmediata la primera ave que se manifiesta es el águila, en pleno esplendor desfila con su vuelo y permite que los presentes la admiremos. Al despertar de ese encuentro con el águila, se empiezan a sensibilizar los oídos al escuchar los pajaritos de colores que empiezan a danzar en el cielo, pasando de un árbol a otro, y dedicándonos su canto particular, el desierto nos sorprende, por mencionar algunas aves, con loros, mirlas, petirrojos, carpinteros y colibrís.


Es así como el desierto no se muestra árido y de color rojo, sino muestra el querer conservar la vida, a través de los verdes que sobresalen de su majestuosidad, del brillar de sus aves, del caminar de los zorros, y el alimento que proporcionan las cabras. Es ver los laberintos y abismos que sobresalen del desierto y querer perderse allí o explorar en lo desconocido.


Pero este desierto es más conocido por ser el mejor lugar para ver las estrellas, dejarse deslumbrar por el firmamento y soñar con las constelaciones, y si es así, pero gracias a que el desierto se ha podido conservar intacto y no ha llegado la manipulación total del hombre, se cuida de tal manera la contaminación lumínica, que es ésta la que nos permite admirar y dejarnos llevar por una noche estrellada en oscuridad absoluta, donde solo puedes ver luz en el cielo.


Y es precisamente no dejar que este lugar cambie, no permitir que le arrebaten sus tierras a los nativos y no construir nada más, porque lo que hace a este lugar mágico es estar en medio de la nada, y así disfrutarlo al máximo con el regalo de ver vida donde es imposible y tener la sensación de estar en el espacio exterior.


La invitación es clara y contundente, debemos seguir cuidando y conservando estos lugares privilegiados de Colombia, defendamos la vida y adaptémonos o generemos un cambio, ya que aunque no lo crean, la Tatacoa era mar, y ahora el rastro de agua es sólo un pequeño oasis.


MARTHA PATRICIA PINZÓN ALARCÓN

02/05/2019

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